Dulces de Ica, la historia de los chocolates y tejas Helena
Con más de 35 años dedicados a la repostería, Elena Soler de Panizo ha convertido su afición en éxito puro.......
A poco más de 320 kilómetros de Lima se encuentra Ica, cuna del pisco pero también de populares dulces como las tejas y chocotejas. En la ciudad no son pocas las casas reposteras encargadas de su elaboración. Sin embargo, dos de ellas destacan por sobre el resto: “Sra. Buendía” y “Helena”, esta última con una historia particular, llena de azúcar, manjar y chocolate.
Con una vida hecha y luego de dar a luz a su séptimo hijo, Elena Soler de Panizo decidió darle un mayor sentido a su vida. Animada por su esposo Jorge, se inició en la repostería, en la “repostería fina”, dice. Para ese entonces, sus creaciones ya eran harto conocidas en las reuniones familiares y se preguntó: “¿por qué no las vendo?”
Empezó con los toffees y luego vendría su famoso “pecanroll” (un enrollado de chocolate, pecanas y toffe). En ese entonces su cocina se había convertido en un pequeño taller. “No había necesidad económica, lo mío pasaba por un tema de escasez de cosas finas, de dulces, etcétera”, dijo a elcomercio.pe.
Lo suyo no quedaba en la preparación, también incluía detalles, “finura”, exclusividad, en resumen una presentación impecable. Ya con una pequeña fábrica, el negocio sí que se volvió familiar, sus hijos metían la mano, se encargaban de envolver los dulces y pronto el negocio fue tomando más forma.
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Elena recuerda con mucho amor a su esposo, su mayor fuerza e inspiración. “Él comprendió mucho mi trabajo y fue el que me motivó a empezar esto”. Sin embargo, el encanto por los dulces llegó antes, cuando era una niña. “Tenía una vecina a la que llamaba tía y gracias a ella conocí el olor, el sabor, las sensaciones del chocolate”.
Elena recuerda con mucho amor a su esposo, su mayor fuerza e inspiración. “Él comprendió mucho mi trabajo y fue el que me motivó a empezar esto”. Sin embargo, el encanto por los dulces llegó antes, cuando era una niña. “Tenía una vecina a la que llamaba tía y gracias a ella conocí el olor, el sabor, las sensaciones del chocolate”.
“Cuando viajé a Estados Unidos me informé más, compré libros, traje envases, y así se inició esta industria”. Hoy las tejas y chocotejas se han convertido en imagen de Helena. Sin embargo, los dulces que se fabrican en sus talleres son más: trufas, coconuts, bombones y una “mezcla Bendita” de pisco y chocolate.
Elena es también una aficionada al canto y durante estos años ha compartido la repostería con la música, incluso grabó un disco con una compilación de boleros. Armando Manzanero es uno de sus referentes otro de ellos es Raphael, a quien Elena tuvo la oportunidad de cantarle en su propia casa.
Hoy Helena es una marca de exportación. Chile y Estados Unidos, disfrutan de su sabor e incluso en los aires también se comen tejas (desde hace un tiempo sus dulces son repartidos en los vuelos de una conocida aerolínea). Pese a ello y a la fama conseguida, la señora Soler se describe solo como una fanática de la repostería fina.
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